La agenda evangélica gana terreno en Perú gracias a ser ‘transversal’

by @prflavionunes

El impacto de los movimientos evangélicos en la política de América Latina es indiscutible. El fenómeno se consolida en Perú, no a través de un partido confesional competitivo electoralmente (basta recordar el intento fallido del pastor Humberto Lay en 2006), sino instalándose en plataformas políticas que les permitan obtener representación parlamentaria.

Los partidos se benefician con el caudal de votos que estos líderes evangélicos traen bajo el brazo. El sociólogo José Luis Pérez Guadalupe, en su amplia investigación sobre el avance de la iglesia evangélica en la política, ha denominado este modelo como “facciones evangélicas”.

En las últimas semanas estas “facciones” han obtenido más poder en el Parlamento gracias al apoyo de quienes simpatizan con su agenda, aunque no profesen necesariamente el mismo credo. Esta alianza ha llevado a una representante evangélica como Tamar Arimborgo a la presidencia de la Comisión de Educación y a un “simpatizante” como Pedro Olaechea a la presidencia de la Mesa Directiva.

La siguiente clasificación se realizó bajo el criterio de su activismo, además de declaraciones en el hemiciclo o en redes sociales.

Los realizadores del estudio definen “activismo” como su compromiso con instituciones u organizaciones que representan sus valores morales, como el movimiento Con Mis Hijos No Te Metas (CMHNTM) y con una amplia red de políticos en la región con la que han sellado su alianza con la firma de la Declaración de México.

El portal Ojo Público dio cuenta de este evento en junio del año pasado. Tal declaración tenía como objetivo estructurar una agenda en común y en contra de proyectos de ley como la despenalización del aborto, la legalización de drogas y otras relacionadas con la denominada “ideología de género”.

De esta manera, han identificado a 24 congresistas, que en su gran mayoría provienen de Fuerza Popular, agrupación que en su relanzamiento levantó la bandera de principios conservadores: profamilia y provida. Se puede decir que quienes están más comprometidos con esta causa son los líderes evangélicos Julio Rosas de Acción Republicana, Juan Carlos Gonzales y Tamar Arimborgo de la bancada fujimorista. Pero son, sin duda, los simpatizantes de este movimiento conservador quienes potencian esta “facción”.

En el recuadro se advierte que quienes conforman este grupo van desde congresistas mediáticos como Carlos Tubino, Rosa Bartra o Luis Galarreta hasta aquellos que no se someten a una gran exposición como Dalmiro Palomino o Federico Pariona.

La articulación más reciente de este grupo –para sacar adelante proyectos de ley con base en sus principios– es la propuesta de Sonia Echevarría (Acción República) para vigilar la elaboración y distribución de textos educativos elaborados por el Minedu (Ministerio de Educación).

Según dicho proyecto, los padres de familia asegurarían que sus hijos reciban una “educación religiosa y moral de acuerdo a sus convicciones”. La facción evangélica/conservadora, que expresó su voto en la censura al exministro Jaime Saavedra y en la interpelación a Marilú Martens, tiene claro que su interés primordial es la libertad de los padres para escoger la educación de los niños.

Una visión similar, pero que aglutina a todo el continente americano, es el Congreso Iberoamericano por la Vida y la Familia, un proyecto que sirve de plataforma para relacionar y coordinar actuaciones políticas en la gran mayoría de los países latinoamericanos en favor de la vida y la familia. Participan cristianos que son líderes sociales o miembros de diferentes partidos de gran parte de las naciones latinoamericanas.

Radicado en México, donde ha puesto en marcha el movimiento Iniciativa ciudadana, su presidente es Aarón Lara, que ha manifestado a este medio que “el mover de los cristianos no debe ser crear partidos confesionales, ni confundir la iglesia con la política; pero sí es importante que hombres y mujeres preparados (y con unos valores bíblicos en sus principios) actúen en la sociedad y en todos los partidos políticos posibles, influenciando y siendo sal y luz para que otros políticos -aunque no sean cristianos- entiendan y apoyen leyes justas ante el mayor ataque a la vida y la familia que se está viviendo en México y todo Latinoamérica”.

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